Jue. Ene 30th, 2025

El himno nacional francés, conocido como «La Marsellesa», es mucho más que una simple canción patriótica. Su historia está profundamente ligada a los tiempos de revolución y guerra, convirtiéndolo en un símbolo de resistencia y unidad nacional que ha perdurado más de dos siglos. Compuesto en 1792 por Joseph Rouget de Lisle, este himno fue creado originalmente para el batallón «Enfants de la Patrie» de Estrasburgo en el contexto de la Revolución Francesa y las guerras que sacudieron Europa a finales del siglo XVIII.

Una melodía nacida en tiempos de revolución

La Revolución Francesa, iniciada en 1789, no solo significó el fin de la monarquía absoluta, sino también un conflicto armado contra potencias extranjeras como Austria, cuyo emperador Leopoldo II era hermano de la reina María Antonieta. En este escenario de tensiones, el 24 de abril de 1792, el alcalde de Estrasburgo reunió a varios oficiales, entre ellos Rouget de Lisle, con el objetivo de inspirar a las tropas mediante la creación de un canto patriótico que levantara su moral. Así nació «Chant de guerre pour l’armée du Rhin» («Canto de guerra para el ejército del Rin»), el nombre original de la canción.

La inspiración para la letra surgió de un cartel en la calle que contenía la frase «¡Aux armes, citoyens!» («¡A las armas, ciudadanos!»). Con estas palabras en mente, Rouget creó una composición que rápidamente ganó popularidad entre los soldados franceses, destacando por su tono combativo y sus versos directos que llamaban a la defensa de la patria.

La difusión y arraigo popular de «La Marsellesa»

En pocos meses, la canción se propagó más allá del ejército del Rin. En julio de 1792, los voluntarios marselleses que acudieron a defender París llevaron consigo este canto, entonándolo por las calles de la capital. Desde entonces, comenzó a ser conocida como «La Marsellesa», en honor a los soldados que la popularizaron.

A pesar de su aceptación, el himno también enfrentó momentos de censura. Durante la Restauración Borbónica, tras la caída de Napoleón, «La Marsellesa» fue prohibida debido a su fuerte asociación con los ideales revolucionarios. Sin embargo, volvió a ganar protagonismo en 1830 durante la Revolución de Julio, cuando los ciudadanos la entonaron nuevamente como símbolo de resistencia y lucha por la libertad.

Un himno con carácter belicoso

Desde su creación, «La Marsellesa» ha estado rodeada de polémica por su tono agresivo y sus referencias a la lucha armada. Versos como «¡Que una sangre impura inunde nuestros surcos!» fueron motivo de críticas y, en ciertos momentos de la historia, intentos de reemplazarla. Durante el régimen de Vichy y el imperio de Napoleón Bonaparte, se intentó sustituir el himno, pero ninguna alternativa logró arraigarse entre la población.

La fuerza de «La Marsellesa» radica en su capacidad para conectar con los valores de la Revolución: libertad, igualdad y fraternidad. Esta conexión emocional ha permitido que el himno se mantenga vivo en la memoria colectiva de los franceses, resonando tanto en contextos históricos como en eventos modernos, como las victorias deportivas.

Reconocimiento oficial y legado

No fue hasta 1958, con la instauración de la Quinta República, cuando «La Marsellesa» fue oficialmente reconocida como himno nacional de Francia. Desde entonces, se ha consolidado como un símbolo inquebrantable de identidad y orgullo nacional, entonada en actos oficiales, celebraciones y momentos de unidad nacional.

Hoy, «La Marsellesa» sigue siendo mucho más que una canción: es un recordatorio de los valores por los que lucharon los revolucionarios y un emblema del espíritu combativo de una nación que marcó el rumbo de la historia europea.