9. Artur Schnabel (1882-1951)
Nacido en Moravia pero establecido en Viena, Schnabel se especializó en el repertorio alemán. Fue el primero en grabar la totalidad de las sonatas de Beethoven, dejando un legado imborrable. Destacaba por su profundidad interpretativa y su excepcional técnica. Entre sus admiradores se encuentran pianistas como Jonathan Biss, András Schiff, Ronald Brautigam y Garrick Ohlsson.
8. Wilhelm Kempff (1895-1991)
Este pianista alemán brilló también en el repertorio germánico y ofreció conciertos hasta los años 80. Su interpretación se caracteriza por lirismo, elegancia y espontaneidad. Cyprien Katsaris, quien lo vio actuar a los 13 años, elogia sus grabaciones de Brahms, Beethoven, Schubert y Bach. Otros pianistas como Michael Endres, David Fray y Eldar Nebolsin también han resaltado su genio.
7. Alfred Brendel (1931)
De origen austríaco, Brendel ha combinado su faceta de concertista con la enseñanza. Reside en Londres y es admirado por el rigor con el que aborda las partituras, evitando caer en el academicismo, y por su habilidad para añadir un toque humorístico a ciertas piezas. Uno de sus alumnos, Paul Lewis, destaca cómo las enseñanzas de Brendel le marcaron profundamente en los años 90. Pianistas como Steven Osborne, Imogen Cooper y Till Fellner comparten esta admiración.
6. Glenn Gould (1932-1982)
Famoso por sus interpretaciones excéntricas, Gould dejó una huella imborrable en el mundo de la música, especialmente con su personal versión de las Variaciones Goldberg de Bach. Abandonó los escenarios a los 31 años para dedicarse exclusivamente a las grabaciones y experimentar con el sonido. Pascal Rogé lo considera más un creador que un intérprete, destacando su enfoque arquitectónico y personal en cada pieza. Vladimir Ashkenazy, Fazil Say y Jean-Efflam Bavouzet también lo consideran una influencia esencial.
5. Alfred Cortot (1877-1962)
Conocido como «el poeta del piano», el francés Alfred Cortot se destacó por sus interpretaciones de Chopin, Schumann y Debussy, dejando grabaciones de referencia. Aunque se le recuerda por algunos errores técnicos, Stephen Hough subraya su profundo compromiso con la música y la inspiración que transmitía. Sus grabaciones de Chopin y Schumann en los años 20 y 30 son emblemáticas. Pianistas como Alfred Brendel, Benjamin Grosvenor y Stanislav Ioudenitch también reconocen su genio.
4. Emil Gilels (1916-1985)
Nacido en Odesa y residente en Moscú desde 1935, Gilels fue junto a Richter uno de los pianistas más destacados de la Unión Soviética. Su «sonido dorado» sigue siendo inolvidable, especialmente en su grabación del Segundo Concierto de Brahms con la Filarmónica de Berlín. Cedric Tiberghien, Alice Sara Ott y Lars Vogt son algunos de los pianistas que lo consideran una figura clave en la historia del piano.
3. Arthur Rubinstein (1887-1982)
Este pianista polaco se trasladó a Estados Unidos durante la Primera Guerra Mundial y fue apodado por Thomas Mann como «el virtuoso feliz». Su carrera estuvo marcada por su estrecha relación con la música de Chopin, especialmente sus interpretaciones de los Nocturnos. Pianistas como Simon Trpceski, Jayson Gillham y Margaret Fingerhut lo recuerdan como una figura clave en su inspiración artística.
2. Sviatoslav Richter (1915-1997)
Richter, otro gigante de la Unión Soviética, es recordado por su impecable técnica y su capacidad para transmitir una amplia gama de emociones a través del piano. Barry Douglas destaca su intensidad y pasión, además de su habilidad para transformar el sonido del piano en algo comparable a una orquesta o coro. Su concierto en Sofía en 1958, con obras de Chopin y Mussorgsky, es uno de sus hitos más celebrados. Howard Shelley, Anna Goldsworthy y Piotr Anderszewski también lo incluyen entre los mejores.
1. Vladimir Horowitz (1903-1989)
Considerado por muchos el mejor pianista de la historia, Horowitz dejó Rusia a los 21 años para triunfar en Occidente. Su virtuosismo y uso extraordinario del color son legendarios. Conocido como «el tornado desatado de las estepas», Horowitz dominó el repertorio romántico y las obras de Scarlatti. Su regreso triunfal a Rusia en 1986 marcó un momento histórico. Ingold Wunder, pianista austríaco, lo describe como un maestro incomparable que hacía suyo todo lo que interpretaba.